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5 razones por las que no pueden dejar de nadar

Gian Mattia D'Alberto / lapresse

Durante una sesión de entrenamiento intense o en una mañana antes de una carrera, siento con frecuencia como si quisiera dejar la natación. Pero entonces, después de todo el esfuerzo y la tensión intense, un pensamiento reconfortante y cálido milagrosamente empieza a rondarme por al cabeza: “Nunca dejaré de nadar.”

Podría explicaros cientos de razones por las que nadar nunca podría dejar de ser parte de mi vida. Podría indicar miles de argumentos físicos, psicológicos e incluso de naturaleza filosófica, pero hay razones mucho más simples por las que ninguno de nosotros desea dejar hacer largos en la piscina.

1. Los 100 metros fáciles

Estas tres palabras son como poesía para un nadador. Los últimos “cien metros fáciles” son un auténtico disfrute para cada célula del cuerpo del nadador. Es difícil describirlo, porque solo alguien que ha sentido esa sensación increíble y relajante después de una sesión dura, sabe qué tipo de poesía es a la que me refiero.

2. Vencer al nadador de la calle de al lado

Ninguno de nosotros admitirá que lo hacemos, porque podríamos estar delante de nadadores competentes o incluso al lado de nuestro mejor amigo. Pero, ¿hay algo mejor que correr (ganar) contra la persona que está nadando en la calle de al lado?

3. Una ducha caliente

Abro la ducha y el agua empieza a correr sobre mi cabeza, cierro los ojos y todos los pensamientos desaparecen. Una ducha caliente después de entrenar puede solo describirse como…. ¡la quintaesencia del placer!

4. Perder la cuenta del número de largos que has nadado y luego darte cuenta que has hecho más de los que pensabas

Yo tengo poca memoria y a menudo pierdo la cuenta del número de largos que he nadado. Pero lo que si recuerdo ciertamente es lo bien que sienta preguntar a mis compañeros de entrenamiento cuántos largos quedan y descubrir que quedan menos de los que pensaba.

5 El agua sale de tus oídos y ya puedes… ¡oír de nuevo!

¿Recuerdas tener un oído taponado durante toda una sesión de entrenamiento y luego, después de tumbarte, de repente sientes que el agua sale de tu oído? Creo que cualquier nadador puede describir esa sensación como…. ¡sublime!

Como ya hemos visto, no necesitas entrar en razones metafísicas para explicar lo especial que es nadar, porque es, de hecho, las cosas pequeñas las que lo hacen maravilloso.

¿Y tú qué? ¿Hay más razones por las que nunca podrías dejarlo?