La Gran Travesía: 5 pros y 5 contras

Triatlón y Aguas Abiertas
Escrito por: Oly Rush at 2 mayo '23 0
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La Gran Travesía (The Grand swim), ha sido una aventura que tendrá un lugar especial en mi memoria mientras viva. Incluso ahora, unos meses después, es imposible expresar con palabras lo increíble que fue la experiencia. Me emociona pensar en el apoyo que recibimos y en toda la gente que nos animó en cada brazada. Todavía se me pone la piel de gallina. Me quedo corto si digo que estoy abrumado. Ahora misto todo es agradecimiento.

Sé que no soy el único del equipo que pasó los mejores y los peores momentos de su vida en esas 37 horas. Cuando dije que quería que el mar me tragara, lo decía en serio. Después, al completar la misión, la euforia superó con creces la angustia de los momentos más oscuros.

¡LOS PROS!

Cruzar la meta

No hubo mejor momento para mí que sentir la arena bajo los pies y darme cuenta de que las piernas me sostenían. No estaba seguro de que fueran capaces de llevarme hasta la marca de pleamar, así que cuando puse todo mi peso en el suelo y respondieron, el alivio fue inmenso. La mayoría de los presentes nunca olvidaremos los «pasos de baile» que me salieron en ese momento tan solemne. Quería demostrar a todo el mundo que estaba sano de cuerpo y mente. Sabía lo mucho que mis amigos y mi familia se preocupaban por mí y, sí, ¡quería demostrar que iba sobrado de fuerzas!

Para lo que no estaba preparado era para el bullicio que me esperaba. Había acudido mucha gente a West Bay Dock a darnos la bienvenida. Después de estar a solas con mis pensamientos durante la mayor parte del viaje, verme rodeado de una multitud que gritaba y coreaba mi nombre fue una experiencia intensa. Llevaba los tapones en los oídos, pero el ruido seguía siendo ensordecedor. Mi equipo médico me esperaba en una ambulancia con fluidos y analgésicos. Lo único que pensaba era: ¡¡¡Pronto voy a poder dormir!!!

El apoyo

En todo el artículo uso la primera persona del plural. No hice la travesía de Gran Caimán yo solo. Sí, era yo el que iba dando brazadas, pero nunca habría llegado a la meta sin mi equipo. El director del proyecto y legendario kayakista Jen Wardman, Chance Eaton, el equipo de tierra, el equipo del barco, el equipo de apoyo en kayak, los niños de los que colegios que me visitaron durante la preparación, los locutores de radio que nos animaban, los que hicieron donaciones y los patrocinadores: todo el mundo merece una parte del reconocimiento. Cada pieza del rompecabezas fue esencial para el éxito de la aventura.

Hay algo mágico en tener un equipo formado por personas que te conocen desde hace poco tiempo, que se unen y trabajan por un objetivo común.

El amanecer

Nadar toda la noche, rodeado por el abismo, soportando el frío que aumentaba con el paso de las horas y la profundidad del agua, fue agotador en muchos sentidos. Al emerger la luz, la mañana del segundo día, me trajo un enorme sentimiento de empuje y alivio. Estábamos a mitad de camino y mi ánimo se elevó con el sol a medida que escalaba el horizonte. Toda la tripulación se sentía feliz de dejar atrás la oscuridad.

Las visitas de los colegios

Al principio, las visitas de los colegios habrían figurado en mi lista de los 5 «contras». No se me da bien hablar en público y no me gusta que me pongan en un brete. Visto por el lado bueno, tuve la oportunidad de hablar a los jóvenes de las Islas Caimán de mis anteriores travesías y de la causa que estamos promoviendo. La mayoría escuchaban, pero con otros me costaba mantener la atención. En general, a todos les interesaban los encuentros con tiburones. Me miraban también con los ojos como platos cuando hablábamos de la larga travesía que planeábamos. Está muy bien hablar con orgullo de logros anteriores, pero me sentía un poco impostor vendiendo una aventura que no había emprendido todavía.

Al final, fue el recuerdo de esas visitas lo que me mantuvo firme cuando las cosas se pusieron difíciles. Si el cerebro me decía que desconectara, recordaba las caras de asombro de los niños y eso me mantenía fuerte y me hacía seguir nadando. Quería demostrar que podía ser el héroe que ellos pensaban que era.

 

La resonancia

Toda la isla de Gran Caimán hablaba del proyecto. Hicimos mucho ruido, como era nuestra intención inicial. Los preparativos incluyeron entrevistas de radio, actos de recaudación de fondos y sorteos. Tuvimos suerte de contar con el apoyo de muchas empresas locales. Todo esto fue antes de que yo me metiera en el agua. El día de la carrera, el revuelo fue irreal. Teníamos un pequeño grupo de gente saludándonos en la línea de salida (a las 5 de la mañana), pero a medida que pasaban los kilómetros y las horas, más y más gente se interesaba por el loco del pelo rojo que estaba cerca de lograr lo impensable.

La Gran Travesía concitó la atención y las simpatías de todo el país. No solo por el intento de récord mundial, sino porque Plastic Free Cayman se ha esforzado mucho por mantener limpias las playas de la isla. Todos los que vivimos aquí somos conscientes de la gravedad del problema. No se puede ir a una playa aislada sin encontrarse con toneladas de plástico. Duele saber que será difícil volver a ver una playa en perfecto estado. Aunque mañana se prohibiera el plástico de un solo uso, aún se tardarían cientos de años en liberar al mar de este material que le asfixia.

LOS CONTRAS

El plan de alimentación

Este fue mi primer fallo y probablemente condujo a otros posteriores. Creé mi propio plan de alimentación basándome en la travesía de la Isla de Wight. Quería que todo fuera lo más fácil posible para el equipo, pero es algo a lo que debí dedicar más tiempo. Todo fue un poco a última hora y tenía que haber probado ciertas combinaciones antes de salir. Un error de aficionado. Tampoco utilicé el aceite de coco como estaba previsto para protegerme de la exposición a la sal. Cuando la hinchazón empezó a empeorar, era casi imposible ingerir alimentos sólidos. Me costaba comer los plátanos y las bolas energéticas.

Tuve mucha suerte de que la tripulación del barco improvisara con lo que tenía. Además, padecía una lesión en el hombro y me habían dado una dosis alta de antiinflamatorios. Un pequeño error en el plan de medicación me provocó un malestar estomacal desde el principio. Simplemente, el cuerpo no estaba absorbiendo los nutrientes que necesitaba. Llevábamos 4 o 5 horas y ya empezaba pesarme la enormidad del recorrido previsto.

Aprendí mucho de estos errores y, como conclusión, diría que hay que acostumbrarse a comer mientras nadas y comer lo que uno tiene por costumbre.

Los auriculares

Escuchar música es algo que no suelo hacer cuando nado. Me encanta la privación sensorial, la tranquilidad y la calma que me aporta. Me compré unos auriculares resistentes al agua para nadar en la Isla de Wight, pero nunca llegué a sentir la necesidad de usarlos. Sin embargo, en esta travesía, a medida que pasaban las horas, las voces que oía en mi cabeza y la falta de sueño me impedían relajarme y concentrarme. Puedo canalizar el dolor, la incomodidad y el agotamiento hasta cierto punto, pero esto era demasiado. La música resultó ser una distracción muy necesaria. Cantando mis canciones favoritas pude forzar los límites más que nunca.

No obstante, en cierto punto, llegaron los problemas. Dejemos que lo cuente Jen con sus propias palabras:

«Como kayakista de apoyo, tenía que realizar algunas tareas muy importantes: guiar al nadador, procurar alimento y distracción. Teníamos preparada una bolsa con artículos necesarios como vaselina, aceite de coco, el botiquín de primeros auxilios y los imprescindibles auriculares. La bolsa debía permanecer en los kayaks en todo momento, pero no fue así. Cuando Oly pidió sus auriculares, cogí la radio y pedí a la tripulación que la localizara. Me dijeron que la bolsa no estaba en el barco de apoyo. Se la habían dejado en la embarcación de Ocean Frontiers cuando salíamos del canal sur por la noche.

»El equipo de tierra ya tenía la bolsa y estaba esperando que llegásemos a Spots Dock, donde también debíamos hacer un cambio de personal. Llevábamos un retraso de dos horas y el ritmo no iba a mejorar. Chance se puso en contacto conmigo por radio y me informó de que al parecer la bolsa tampoco estaría disponible en ese momento. Me pidió que informara a Oly, pero no lo consideré una opción. Se veía el dolor físico y mental que sentía y no quería darle la noticia. Aunque había otro equipo de apoyo de kayak listo para el cambio de turno, insistí en quedarme hasta que se resolviera el problema de los auriculares.

»Cuando Oly volvió a preguntarme dónde estaban, le dije que de camino. Rogué a la tripulación del barco que enviara a los guardacostas por delante para reunirse con el equipo de tierra, realizar el cambio de personal y regresar con la bolsa.

»¡Estaba de suerte! El guardacostas salió a toda velocidad y por fin pude respirar. Oly empezaba a preocuparse y dijo que si tenía que seguir escuchando voces iba a nadar hasta la playa y salir del agua. No sabía que allí no había playa, sino acantilados. Tampoco tuve valor para decírselo.

»Cuando aparecieron los guardacostas, el alivio fue enorme. Se acercaron y me entregaron la bolsa. También traían provisiones del equipo de tierra que permitieron a Oly tomar el alimento que necesitaba. Y, por fin estaba, allí el dichoso aparato de música. Una vez que le dejé con un medio de entretenimiento, respiré tranquilo. Para él fue un estímulo muy necesario en la última etapa de la aventura».

El agotamiento

Una cosa es el cansancio y otra el agotamiento que sentía pasadas las 30 horas. Debido a la mala alimentación y al malestar estomacal, no podía más. No me quedaba combustible en el depósito. Los nuevos víveres me aliviaron un poco, pero estaba tan cansado que lo único que quería era dormir. Estoy convencido de que seguí nadando mientras echaba pequeñas siestas en el tramo final. Un ojo se me cerró durante bastante tiempo, lo que provocó la aparición de un orzuelo en los días posteriores.

Lo único que pensaba en ese estado era lo ingenuo que había sido y lo mucho que me superaba el proyecto. ¿Cómo pensé que era posible doblar el recorrido de mi travesía más larga y encima con un programa de entrenamiento restringido? Y sin embargo, era impensable no llegar a la meta. Mientras me siguiese latiendo corazón, no me quedaba otra que dar brazadas. Tenía muy presentes en la cabeza las caras de todos los que nos apoyaron: los niños de los colegios, los patrocinadores, mi familia y todo el equipo. No iba a hacerles pasar por todo lo que pasaron para luego dejarlo a medias. Tenía que lograrlo, por ellos y por la causa que estaba promoviendo. Esa idea me mantuvo firme incluso cuando el aguante físico empezó a desmoronarse.

Ver la meta a lo lejos

Parece que este debería contarse entre los puntos culminantes de la travesía, pero fue el más difícil. Estábamos todavía a unos once o doce kilómetros del final cuando la línea de meta se mostró a la vista por primera vez. Había un viento considerable en contra y el kayak de apoyo se me cruzó unas cuantas veces. Hasta recibí descargas eléctricas del escudo protector contra los tiburones, justo lo que me faltaba cuando me dolía todo el cuerpo y estaba a punto de perder la cabeza.

Me sentía tan agotado que era capaz de fabricar alucinaciones. Metía la cabeza en el agua en cada brazada y me imaginaba al kayakista de apoyo caracterizado. Le veía, por ejemplo, con una guitarra, un sombrero mexicano, un bigotazo y una trompeta, todo invención del agotamiento. Estaba deseando dormir, ya había tenido suficiente, y, sin embargo, quedaban un par de horas más. Cuando por fin llegamos a la meta, no fui el único en quitarme un enorme peso de encima. Todos los miembros del equipo estaban deseando que acabara.

El bajón

No me refiero a la bajada de temperatura que pueden experimentar los nadadores de aguas abiertas al salir a la playa (aunque también me afectó en cierta medida), sino a un bajón más difícil de tratar. La euforia de la llegada fue una de las sensaciones más fuertes que he conocido, pero también duró relativamente poco. Igual de intenso, y más persistente, fue el bache anímico que sentí después, acompañado por la idea general de haberme quedado sin un propósito en la vida tras las últimas grandes aventuras en el agua. Aunque, de alguna manera, me lo esperaba, uno siempre tiene la esperanza de evitarlo, pero llegó, y con fuerza.

Siempre he sido bastante abierto sobre mis sentimientos y mi salud mental (aunque a veces no se me dé muy bien expresarme). No me avergüenza admitir que a veces tengo problemas. Para mí, como ya he dicho, la natación es mi medicina, me tranquiliza y me ayuda a concentrarme. El problema es que, como ocurre con todos los medicamentos, si los utilizas en exceso pueden tener efectos secundarios. Me imagino que a lo que me refiero cuando digo «bajón» es a un verdadero estado depresivo. Las semanas posteriores a la prueba me hundí en ese bache. Después de haber estado en la cresta de la ola durante tanto tiempo y haber tenido un objetivo, ahora, de golpe, no veía nada en el horizonte. Una vez pasado el subidón inicial, empezaron las dudas. Estaba en la isla más bella del mundo, me trataban como a un héroe, rodeado de la gente más increíble y haciendo cosas estupendas, aprendiendo a bucear y experimentando lo que era o debería haber sido el mejor momento de mi vida. En muchos sentidos lo fue, pero mirando atrás no estoy seguro de haberlo disfrutado. Me sentía distante y vacío. Creo que en parte se debía al agotamiento, después de someter a mi cuerpo, mal preparado, al trauma de 37 horas de natación, pero también, en parte, a la falta de objetivos. Durante unos 6 meses todo fue pensar en la Gran Travesía día y noche. Soy de los que lo dan todo o nada y lo estaba dando todo, pero de repente se acabó. Bien. ¿Y ahora, qué?

Regresar al Reino Unido no cambió mi estado de ánimo y pasé muchas semanas luchando con una sensación de letargo. Dormía mucho, y de hecho engordé 10 kilos en los 2 meses posteriores. La lesión en el hombro no me dejaba entrenar al máximo y la comida era una forma de calmar la ansiedad. Si soy sincero, creo que hasta usé el hombro como excusa para no entrenar…

Ahora puedo decir con alivio que me siento mucho mejor, más fuerte y, una vez más, con el empuje y la pasión que tenía cuando empecé a preparar el proyecto. Incluso estoy pensando ya en un nuevo reto para el año que viene.

Me gustaría también dar especialmente las gracias a mi novia Tess, que siempre me ha apoyado y que sabe que tras los pros vienen siempre los contras. Te quiero, TESS, y siento hacerte pasar por todo esto.

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Escrito por:

Oly Rush

«El sonido del mar amortigua el ruido del mundo» Hola, me llamo Oly Rush. Además de nadador profesional, soy activista ambiental y hago campaña para proteger el mar. He tenido una relación muy estrecha con el medio acuático desde una edad muy temprana. Me entrenaba para competir y después pasábamos los veranos de camping en Cornwall, junto a la costa. Me pasaba el día practicando el bodyboard y jugando entre las rocas, maravillado por todas las criaturas marinas que me salían al paso. ¡No me cansaba nunca! Por la mañana me despertaba con el sonido de las olas rompiendo en los acantilados y con el mismo fondo me quedaba dormido por la noche. Sentía, entonces como ahora, una fuerte atracción por el mar. Pasar tanto tiempo en la costa me ha hecho especialmente sensible al problema de la contaminación producida por el plástico. Entre las varias cuestiones ambientales que requieren nuestra atención, creo que es un buen punto de partida. Resulta muy fácil implicarse en la limpieza de playas y reducir el uso del plástico cuando sea útil. Ese esfuerzo puede servirnos también para examinar otras áreas de nuestras vidas y emprender acciones en defensa del planeta. Mi forma de llamar la atención sobre el plástico es la natación de larga distancia, una de mis pasiones. Las travesías se han ido haciendo más largas año tras año, pero también, al ser más espectaculares, han llegado a más público, generando interés por la causa. Por un lado, tengo que pagar las facturas y dar a la casa la renovación que necesita, mientras que por otro intento fundar una oenegé, organizo limpiezas en las playas y me entreno para la siguiente aventura en el agua. ¡A lo mejor no puedo con todo, pero tengo que admitir que disfruto intentándolo! Para resumir en una frase, «Quiero gozar de mi breve paso por el planeta, pero a la vez hacer lo que pueda para proteger el ecosistema marino». Búscame en Instagram: @_projectplanet_