He pasado los meses de junio y julio enteros, salvo los 16 días que estuve en el Reino Unido, entrenando en Cayo Hueso, Florida. En junio no me estaba hidratando lo suficiente mientras nadaba y después de 8 días buenos estuve 72 horas fuera de combate por un golpe de calor. Influyó que era mediodía, con temperaturas rondando los 31 o 32 ͦ C y el agua casi como la de una piscina, nada más un grado por debajo. Pero la causa más probable es la mezcla del calor y la mala hidratación. Una vez aprendida la lección recuperé la rutina, aumentando la intensidad del entrenamiento sin parar, y bebiendo entre 8 y 10 litros de agua diarios, leche, suplementos de aminoácidos e hidratantes MyH2Pro, además de aumentar la ingesta de proteínas por encima de los 145g al día (pollo, suplementos, avena, leche, frutos secos).
Sin embargo, decir que a finales de junio me sentía frustrado sería quedarse corto. Después de pasar aquí tres semanas preparándome, luchando contra el calor, para participar en la FKCC Round Island, una prueba alrededor de la isla, llevaba ya 5 horas en el agua cuando los guardacostas de EEUU interrumpieron la carrera. Se había declarado una fuerte tormenta eléctrica y la mar estaba tan picada como para hacer volcar a un kayakista. Me sentí muy mal pensando en Lori Bosco, al que admiro como entrenador y como persona, y que había puesto sin duda mucho esfuerzo en esta prueba para al final ser vencido por los elementos. Con el paso cambiado, y los relámpagos aún iluminando el cielo, al día siguiente no vi otra opción que volar derecho a casa, al campus SSTB en Cheltenham, Gloucestershire (Reino Unido). ¡La semana con los chavales fue fenomenal! El próximo campus está previsto para mediados de septiembre.
Como era de prever, la temperatura en Cayo Hueso durante esas semanas, desde finales de junio al 4 de julio, había subido para situarse ya en los 32 ͦ C de media, con el agua entre 31 y 32 ͦ C. La humedad oscilaba entre el 75 y el 90% y la amenaza de tormentas era constante. Las condiciones son duras, pero el sol aporta a mi entrenamiento exactamente lo que voy a necesitar para la prueba en el Atlántico, con el añadido indeseado de irritación, sequedad y quemaduras en la piel, nada agradables cuando se nada en agua salada y que trato de combatir con hidratante, cremas y enjuagues bucales.
Además, por supuesto, hay que contar con la fauna marina. No vayamos a olvidar que por nuestros bellísimos océanos pulula un sinnúmero de seres vivos. En nada más una semana tuve cuatro encuentros con tiburones frente a la playa de Smathers y también hacia la parte de Sigsbee, en Cayo Hueso. No estoy muy seguro de quién se asustó más, pero seguí nadando hasta que las aletas y lo que hubiera debajo se alejaron y me dejaron con mi rutina – muchas gracias, chichos. Muchas gracias, Poseidón. El viernes, sin embargo, me vi más apurado, y no faltó mucho para que saliera del agua. Avisté por lo menos dos tiburones acechando por babor y estribor en las aguas turbias del arrecife, con el viento levantando olas de metro y medio. Al final decidí seguir pero os confesaré que siento un gran respeto por nuestros amigos, lo mismo por el hecho de que son libres, fuertes y bellos, como por el miedo que meten en el cuerpo. Dicho esto, aquí no soy más que su invitado, y hay que tener toda la consideración del mundo con el mar y sus habitantes. Una experiencia preciosa, aunque no muy tranquilizadora a 800 metros de la orilla, en aguas profundas, con mala visibilidad y los demás nadadores a distancias que pueden llegar al kilómetro.
Las medusas me han picado sin piedad. Medusas luna, piojos de mar, aguavivas. Hay de todo, pero tengo que seguir adelante: el Atlántico será todavía peor. A pesar de las condiciones cambiantes, sigo con mis sesiones dobles y sesiones continuas de entre14 y 20 km. El entrenamiento va sobre ruedas, pero hay otras cosas en qué pensar. Organizar la expedición es complicado, lo mismo que conseguir patrocinadores, y más aún cuando tengo que entrenar y al mismo tiempo ejercer de relaciones públicas.
Está resultando un periodo con muchos altibajos. Algunas veces por causa del reto físico, de la pelea contra el cansancio mental y de la resistencia al rechazo de los patrocinadores, ahora que parece haber tanto apoyo a las aventuras épicas de natación tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña. Otras, porque echo de menos a mi hija, que se ha quedado en Inglaterra, o porque tengo que enfrentarme a los cambios que se ha producido en mi vida o a los errores del pasado – la natación deja demasiado tiempo para pensar, y ahí es donde el equipo de ciencia deportiva y el psicólogo del deporte Richard Collins entran en juego. Todo esto, como él me dice, tiene que alimentar mi resistencia mental, hacerme más fuerte para la aventura atlántica que me espera, y servir de confirmación de lo que siempre he sabido: que el éxito está a mi alcance y que llegaré a las olimpiadas de Brasil. ¡Está en mi mano!
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